Volvé a tu casa cuando quieras

Volvé a tu casa cuando quieras

Cuando era chico mi abuela me contó una historia, y me atrevo a decir que es una de las pocas que recuerdo con lujo de detalles. Yo estaba jugando en su casa como cualquier día, pero aquel sábado vi una cajita blanca, que nunca había visto, o quizás, a la que nunca le había prestado atención. Me generó curiosidad saber qué había ahí adentro, asique fui y la abrí. Lo primero que mis ojos vieron fue un papel amarillo con algunas cosas escritas, pero no comprendí bien que era lo que decía, por lo tanto, no sabía de qué se trataba. Fui corriendo y le pregunté a Rosa, mi abuela, qué era eso. Al instante sus ojos se iluminaron como si su mente hubiera desbloqueado algún tipo de recuerdo, y así fue.

- ¡Mira! La entrada del recital -dijo Rosa mientras agarraba el papel- cuántos recuerdos...

Yo me quedé mirándola, no entendí mucho lo que dijo. Ella seguía mirando el papel mientras sonreía. Le dije si podía contarme más de qué se trataba.

-Esta entrada es de un recital de No Te Va Gustar, una banda de rock uruguaya -comenzó la abuela- me empezó a gustar cuando tenía 11 años por una canción que escuché en la radio. Y me encantaría seguir contándote más, pero tenemos que seguir preparando las cosas para ir a almorzar al lago.

Si -le dije- tenes razón. De todas formas, yo me quedé pensando en eso. No veía la hora de llegar al lago para seguir escuchando la historia, me generaba mucha curiosidad.

Mi abuela terminó de hacer las milanesas para los sándwiches y estábamos listos para pasar a buscar a mis primos y dirigirnos al lago para hacer el picnic planeado. Llegamos al lugar y yo lo único que quería era escuchar más sobre la historia, en cambio, mis primos, querían de inmediato ponerse a jugar al fútbol, yo mucha bolilla no les di. Me senté al lado de mi abuela y le pedí que me siga contando, mis primos también se acercaron pero no pareció que les haya importado mucho porque al ratito se fueron a jugar.

-Que curioso estás hoy, Benja -dijo Rosa entre risas- como te decía, me gusta desde que soy chica. Una vez escuché una canción en la radio y me quedó resonando en la cabeza una frase que decía “Mañana va a ser un gran día te lo digo yo”, y como no sabía de qué canción se trataba, decidí introducir esa frase en el buscador de Google y me saltó “No Hay Dolor” de No Te Va Gustar. Desde aquel día comencé a escuchar su música y con el correr del tiempo se convirtió en mi banda favorita.

Yo solo escuchaba atentamente lo que me decía, creo que no le pregunté muchas cosas, estaba procesando todo lo que mi abuela me decía. Luego me fui a jugar con mis primos, y eso fue todo lo que me dijo aquel día sobre esa banda.

Los días pasaron, yo en algún momento del día pensaba en eso, hasta que volví a ir a la casa de mi abuela. Cuando llegué lo primero que le dije fue que quería saber más sobre su banda favorita de la infancia y si me podía mostrar alguna canción. Me contó que había ido a muchos recitales, pero uno tuvo algo especial.

-Aquel recital fue en Ayacucho, -comenzó ella- un sábado por la noche. Todo iba perfecto, como todos los recitales de No Te Va Gustar, pero al final de este, la lluvia se hizo presente en la ciudad Bonaerense. Cada vez caía más agua del cielo, y algunos rayos comenzaron a asomarse, el fin del recital estaba llegando. Pero bajo aquel diluvio, sonó la última canción titulada “No era cierto”, la gente estaba completamente eufórica cantando a la par de Emiliano Brancciari, el cantante del grupo. Aquella canción decía “Volvé a tu casa cuando quieras, siempre te esperan a cenar”, y quedaba perfecta con aquel momento que quedó grabado para siempre en mi recuerdo. Fue un momento de felicidad plena.

Me quedé mirando a mi abuela bastante asombrado, contó esa anécdota con una gran sonrisa, creo que la recordaba patentemente porque fue un día muy especial. Luego de la historia, me mostró la canción que había mencionado anteriormente, y a mi me gustó bastante.

Por todo esto, unos meses después, me interesé por esa banda y me gustó mucho. Hoy la sigo escuchando, es como una especie de legado que me dejó mi abuela, y cada vez que la recuerdo a ella, pienso en la frase “Volvé a tu casa cuando quieras”.

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