Cuento: "Día diferente en la oficina"

 Día diferente en la oficina

Un día más comenzaba, eran las 8 am de un miércoles cualquiera, en la casa de Rosa. Todo era habitual como en cada uno de nuestros desayunos, al finalizar este, yo me retiro para cambiarme y luego dirigirme a mi trabajo. Termino de alistarme, saludo a mi abuela, Rosa, también a mi abuelo y emprendo el viaje.

Llego a la parada del colectivo, y mientras espero, se cruza delante mío un perro negro y por dentro pienso “¡uh! Mala suerte”, y a los segundos me di cuenta de que eso se decía cuando era un gato negro. Debo admitir que, me sentí un poco tonta, pero seguí como si nada hubiese pasado porque nadie escucho mi comentario. Al llegar al edificio, me siento en mi escritorio y observo que estaba sola en la oficina. “¿Será muy temprano?” Pensé. Miro la hora en un enorme reloj antiguo, que estaba desde los comienzos de la empresa, y marcaba las 9 en punto, era raro que nadie estuviese allí, pero decidí esperar e ir iniciando mi día laboral.

Veía que los minutos pasaban, y nadie llegaba, decidí dirigirme a la planta baja en busca de un café, voy a pedir el ascensor y… ¡No andaba! Toda esta situación empezaba a preocuparme. Comencé a recorrer todo el edificio, pero de una manera sigilosa, por miedo a que estuviera acompañada de alguien ajeno al lugar. Di algunas vueltas por diferentes habitaciones, pero todo parecía estar en su lugar, me faltaban recorrer las oficinas que se encontraban más adentro, como por ejemplo la de los jefes y la sala de reuniones.

Por las dudas, antes de seguir, fui en busca de algún objeto filoso a mi bolso y encontré una tijera. Mientras me iba acercando a la sala de reuniones, escucho ruidos como de personas moviéndose, por lo que seguí avanzando siempre en forma muy sigilosa, hasta que… veo una sombra. Cuento hasta tres y sigo para el pasillo donde apareció. Y cuando llego, muerta de miedo, me doy cuenta de que era una especie de enano de jardín. Este tenía un jeroglífico en el medio de la frente que nunca supe que significaba, y con su mano derecha señalaba a la sala que me estaba dirigiendo.

Cuando estoy por abrir la puerta, escucho un ruido que se asimilaba al de un espejo estallándose contra el piso. Pensé en huir pero al final decidí introducirme en la habitación. Finalmente, abro la puerta y me sorprenden muchas personas al grito de ¡SORPRESA! Eran todos mis compañeros, quienes sí habían asistido a trabajar pero lo hicieron 30 minutos antes y estaban preparándome una sorpresa, ya que el día anterior había sido mi cumpleaños. 

Luego de quedar muy sorprendida, y agradecerles por el gesto, les conté cuanto me asusté durante todo ese tiempo, que deben haber sido 10 minutos. Ellos me comentaron que no querían que yo me vaya, por eso el ascensor no andaba, y que ese ruido que oí como si fuera un espejo romperse, había sido una amiga que sin querer tiró un vaso en el piso, a la cual retaron porque pensaron que yo había descubierto la sorpresa, y resulta que más me había asustado.

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